Obra: 𝐄𝐥 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐫𝐨𝐬𝐚. Año: 1980. Autor 𝐇𝐮𝐦𝐛𝐞𝐫𝐭𝐨 𝐄𝐜𝐨

«𝐋𝐨𝐬 𝐥𝐢𝐛𝐫𝐨𝐬 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐡𝐚𝐧 𝐡𝐞𝐜𝐡𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐫𝐞𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐢𝐜𝐞𝐧, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐚𝐧𝐚𝐥𝐢𝐜𝐞𝐦𝐨𝐬. 𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐠𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐮𝐧 𝐥𝐢𝐛𝐫𝐨, 𝐧𝐨 𝐝𝐞𝐛𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐩𝐫𝐞𝐠𝐮𝐧𝐭𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞́ 𝐝𝐢𝐜𝐞, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐪𝐮𝐞́ 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐞 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐯𝐢𝐞𝐫𝐨𝐧 𝐦𝐮𝐲 𝐛𝐢𝐞𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐯𝐢𝐞𝐣𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐞𝐧𝐭𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐭𝐮𝐫𝐚𝐬.»
En un mundo saturado de información, donde cada segundo se generan millones de palabras en libros, redes sociales, medios y plataformas digitales, estas frases de hoy, de Umberto Eco, nos llegan con una urgencia casi profética.

Vivimos en una época donde la inmediatez ha reemplazado a la reflexión. Leemos titulares, tuits, fragmentos, y muchas veces aceptamos sin cuestionar. Pero Eco nos recuerda que el valor real de un texto (sea sagrado, literario o científico) no está en la literalidad de sus palabras, sino en la intención, en el contexto, en el significado más allá de la superficie.

Esta invitación a leer con espíritu crítico es más necesaria que nunca. Los algoritmos nos encierran en burbujas de confirmación, donde solo vemos lo que refuerza nuestras creencias. Pero los libros, bien entendidos, están hechos para desafiarnos, para obligarnos a pensar más allá de lo evidente, para romper las certidumbres cómodas. Leer bien no es aceptar, sino interrogar.

Eco alude también a los “viejos comentadores de las escrituras”, aquellos eruditos medievales que no se limitaban a repetir dogmas, sino que desmenuzaban cada palabra buscando múltiples niveles de interpretación. En nuestra era digital, necesitamos esa misma actitud: no solo frente a los libros, sino ante cada discurso político, cada post viral, cada supuesto “dato”. Porque comprender no es obedecer; es discernir.

Y en ese acto de discernimiento, de análisis, es donde reside nuestra libertad más profunda. Como lectores, y ciudadanos, tenemos la responsabilidad de ir más allá de lo dicho, de lo escrito, para buscar el sentido oculto, la intención, la trama invisible. Solo así evitaremos convertirnos en esclavos de lo que leemos… y podremos aspirar, como nos sugiere Humberto Eco, a ser verdaderamente libres.

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