El Greco y Picasso | un diálogo decisivo | FRANCISCO CALVO SERRALLER | El País

‘Mujer sentada en un sillón’, de Picasso (1910)

El malagueño fue una de las claves para la difusión internacional de la obra del cretense.

El último entre los grandes maestros antiguos españoles en ser reconocido, El Greco, fue también la influencia más determinante para animar el movimiento más decisivo para el desarrollo de la vanguardia del siglo XX: el cubismo; o sea: que, al final, el pintor cretense resultó ser demasiado moderno para los antiguos y, a la par, fuente de inspiración para el arte contemporáneo, aunque previamente estuviese a la sombra durante casi tres siglos. En todo caso, al mencionarlo antes en relación con el cubismo, ya se entiende que Pablo Picasso fue una de las claves para su difusión internacional. El artista malagueño tuvo oportunidad de descubrirlo casi en plena adolescencia, pues lo frecuentó en el Museo del Prado desde 1897-98, cuando cursaba estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando e, inmediatamente después, en la Barcelona modernista, donde se estaba fraguando un culto fervoroso en torno a El Greco.

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